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domingo, 30 de agosto de 2009

CENAS DESORDENADAS


Modificar la conducta alimentaria de una familia para lograr unos hábitos saludables, supone un gran esfuerzo para todos los miembros.

Hoy en día, la imagen que refleja la cotidianeidad en muchos hogares son las cenas desordenadas y desproporcionadas de niños,adolescentes y muchos adultos.

Es un desorden que se traduce en horarios irregulares y en falta de disposición para cenar todos los miembros de la familia juntos y a la misma hora.
Este desbarajuste, una mala costumbre en hábitos alimentarios que están adquiriendo los pequeños, tiene consecuencias evidentes e inmediatas.
La falta de criterio en la planificación de una cena adecuada y saludable, tanto en el orden de los platos (1º, 2º y postre) como en el tipo de alimentos para elegir y la cantidad a consumir, se refleja en la calidad nutritiva de esta comida tan importante del día, que deja mucho que desear.

Tan importante como el resto de comidas.

El picoteo de embutidos y quesos para cenar y los platos rápidos pre-cocinados como pizzas y croquetas ya no son una comida excepcional de fin de semana, sino que se están convirtiendo en algo cotidiano.

Además, suelen ser los más pequeños los que, con su empeño, deciden lo que quieren cenar. Aunque hacer ese tipo de cenas de forma habitual no es lo más adecuado, ya que no aportan el mejor perfil nutritivo, los padres acaban consintiendo muchos de estos caprichos.

Los niños y jóvenes, delante de este tipo de comidas apetitosas para su gusto, tienden a comer más cantidad. La desproporción de grasas de estos alimentos no hace más que distorsionar el aporte de energía y nutrientes totales del día, así como la distribución en las distintas tomas, sobrecargando de calorías las cenas.

La cena merece considerarse como una comida tan importante como la del mediodía, a la que hay que prestar tiempo y dedicación para planificarla y compaginarla, desde el punto de vista nutritivo, con el resto de ingestas del día.

Motivos del desorden en las cenas.

El hábito de omitir la merienda repercute negativamente en la cena porque se tiene mucha más hambre.

Las cenas son contempladas por muchas familias como el único momento de encuentro familiar del día. Esta reunión en torno a la mesa cobra aún más importancia si los hijos e hijas comen en el comedor escolar o los progenitores comen fuera los días laborables.

Así, se aprovecha el tiempo de la cena para estar en familia. Sin embargo, la falta de previsión de aquello que se va a cenar cada día, unido al poco tiempo disponible para cocinar y a las pocas ganas de preparar platos con sartén o puchero, hace que las cenas sean cada vez menos elaboradas y más informales y desordenadas.

Desde la hora de la comida hasta la de la cena, los niños pasan muchas horas sin comer, lo que causa que lleguen a la cena con mucha hambre y coman sin control.

Los padres y madres, una vez conscientes de las posibles repercusiones negativas de este tipo de alimentación, deberían plantearse dar los primeros pasos, como la disciplina y perseverancia en una educación alimentaria saludable, así como la elaboración de un plan de menús de comidas y cenas coherente con las necesidades energéticas y nutritivas de los más pequeños.

En definitiva, son los padres los primeros responsables de la alimentación de sus hijos y quienes deben poner los límites entre lo que los niños quieren y lo que deben comer.

ENDEREZAR EL DESEQUILIBRIO

A medida que el tiempo pasa, los hábitos son cada vez más marcados y resulta más complicado modificar la mala conducta alimentaria.

El desconocimiento acerca de lo que supone una alimentación saludable y de la cantidad suficiente de alimento que necesitan los hijos es el principal problema para encontrar soluciones. Además, la falta de ideas a la hora de proponer platos fáciles pero equilibrados para las cenas semanales frena a los padres a la hora de elaborar platos nuevos.

Ante estas dificultades, se puede recurrir al consejo de un dietista, que analizará la situación alimentaria familiar, los hábitos de vida, los horarios y las particularidades de cada miembro para plantear, en consecuencia, la pauta dietética más acertada.

Por ejemplo, si el niño come en el comedor, tendrá en cuenta los menús escolares para organizar cenas equilibradas que contemplen los alimentos que pueden escasear en dicho lugar.

El menú de las cenas debe funcionar para toda la familia. Se repartirá la cantidad justa de cada plato a cada miembro según su edad y sus necesidades. También se cambiará la forma de elaboración, dirigiendo los platos más sencillos a los más pequeños.