Desde que se producen los alimentos hasta que el cuerpo humano los excreta, se emiten alrededor de 2 toneladas equivalentes de dióxido de carbono por persona y año, lo que representa más de un 20% de todas las emisiones anuales.
Han sido conclusiones sobre un estudio, que ha realizado un equipo de investigadores de la Universidad de Almería (UAL), que ha estimado el impacto ambiental que tiene la dieta española y el papel que juegan los excrementos humanos en el ciclo de vida de los alimentos.
Se ha analizado la relación de la cadena de producción y consumo de alimentos con el Calentamiento Global y la acidificación y eutrofización (exceso de nutrientes) del medio, tomando como referencia lo que consumió una persona en España en 2005 (881 kilogramos).
En el cómputo se incluyó la producción agrícola y ganadera, la pesca, el procesamiento industrial que se hace de los alimentos, su venta y distribución, la preparación y cocinado en casa, el tratamiento de los residuos sólidos (restos de comida y envases), así como la excreción humana.
Según el trabajo el mayor impacto ambiental lo origina la producción de alimentos de origen animal, como carne y lácteos. La agricultura, ganadería, pesca e industria alimentaria son la mayor fuente de contaminación de las aguas y de dióxido de carbono, pero en ambos casos le siguen los efectos de la excreción de las personas (al respirar o por el tratamiento de las aguas fecales).
La excreción humana aporta nutrientes
“La contribución de la excreción humana a la contaminación de las aguas es importante por su aporte de materia orgánica y nutrientes como el nitrógeno y el fósforo, lo que contribuye al crecimiento de algas, la reducción del nivel de oxígeno disuelto en el agua, los malos olores y
otros problemas asociados a la eutrofización”, apunta Iván Muñoz (autor e investigador del estudio) “aunque estos efectos se minimizan gracias a la depuración que se realiza antes de verter las aguas a los ríos o en la costa”.
El investigador puntualiza que devolver estos residuos al medio ambiente no es malo en sí, ya que se trata de nutrientes, del mismo modo que el estiércol se vuelve a aplicar como abono en agricultura.