¿Por qué pagar más del doble por lo que aparentemente es el mismo producto?, ¿Sabemos lo que comemos, de dónde procede, cómo se hace? ¿Es posible que esa manzana que ha comido en el postre se recogiera hace un año del árbol?
Más de la mitad del pescado que se consume procede de piscifactorías. Esa cifra se dispara hasta el 90 % si hablamos de doradas o lubinas.
Gracias a esta técnica, un pescado inasequible hace unos años hoy está disponible en todas las mesas. Tres pescadores capturan en 2 horas 9 toneladas de este pescado en una inmensa “jaula”… algo impensable en la pesca tradicional, donde los barcos echan jornadas enteras sin saber lo que van a encontrarse en el mar. Cuando ambos peces llegan al mercado, el precio será bien distinto: menos de la mitad si procede de una “granja”.
Esa diferencia de precio también la observamos en algo tan habitual como el pollo o los huevos. Un millón de gallinas enjauladas en una nave producen sin cesar este alimento básico en nuestra compra… si las aves están sueltas, el precio de su carne o de sus huevos se puede triplicar.
Es posible que en su despensa encuentre latas de espárragos o pimientos de la huerta navarra. Pero lo más probable es que en esta Comunidad sólo se hayan envasado y que el producto venga de los campos de China o de Perú. En apariencia nada diferencia un producto de otro. En su tienda le pedirán el triple si está recogido aquí.
¿Hablamos de la misma calidad, del mismo producto? Pan, fruta, verdura, carne, pescado… son los productos básicos de nuestra compra. Son “las cosas de comer”.