** Artículo publicado por Consumer-Eroski (Julio Basulto)
Casi el 20% de los menores de diez años toma una media de 2 litros
mensuales de bebidas energéticas, según desvela un reciente informe hecho
público por la EFSA.
El mercado de las
denominadas "bebidas energéticas" ha experimentado un crecimiento
exponencial en los últimos años. Sus campañas publicitarias (algunas de dudosa legalidad),
diseñadas de forma cuidadosa para atraer al público infantil, son en gran parte responsable
de ello.
Así, la mitad del consumo total de estas bebidas lo lleva a cabo la población de entre 12 y 25 años.
La
máxima autoridad europea en alimentación (EFSA) acaba de hacer público un 'Informe sobre bebidas energéticas'. Llama mucho la atención un
dato: dos de cada diez niños de entre 3 y 10 años consumen este tipo de
bebidas.
El presente artículo explica la diferencia entre las bebidas
energéticas y las deportivas, reseña los principales resultados de una encuesta
europea sobre su consumo y alerta sobre los diez principales perjuicios que
suponen para los niños.
¿Bebidas energéticas o bebidas deportivas?
Pese a que no existe una definición consensuada de las
bebidas "energéticas", este estudio consideró como tales a las bebidas
no alcohólicas que contienen cafeína, taurina y/o vitaminas (a menudo
en combinación con otros ingredientes) y comercializadas por su supuesto efecto
"estimulante, energizante y/o potenciador".
A la taurina (una
sustancia -aminoácido- que nuestro cuerpo fabrica por sí mismo) se le atribuyen
mejoras sobre la función cognitiva o el rendimiento deportivo, algo que para la EFSA no tiene sustento científico. Otros
ingredientes habituales en estas bebidas son los extractos de hierbas (muy poco estudiados en humanos) y el azúcar. El informe insiste en
diferenciarlas de las llamadas "bebidas deportivas" o "isotónicas"
(de las cuales sí existen evidencias, según la EFSA, en relación a la mejora del rendimiento
deportivo en determinadas circunstancias). Al parecer, gran parte de la
población confunde ambas categorías.
Encuesta sobre consumo de bebidas energéticas:
principales resultados
En la encuesta, publicada por la Autoridad Europea de Seguridad
Alimentaria (EFSA), participaron más de 52.000 personas de 16 de los 27 Estados
miembros de la Unión Europea (UE), incluido España.
Los participantes, de
edades comprendidas entre los 3 y 65 años, se seleccionaron para dar una
cobertura adecuada de la población de la UE y de los diferentes patrones de
consumo. Se dividió a los voluntarios en tres grupos, en función de su edad:
niños de 3 a 10 años (5.500), adolescentes (32.000) y adultos (14.500). Debido
a la importancia de los resultados, la Agencia Española de Seguridad
Alimentaria (AESAN) ha emitido en su página web una breve nota de prensa al respecto.
Un dato clave: dos
de cada diez menores de 10 años toman bebidas energéticas. Para cualquier profesional sanitario, comprobar que el 18% de los
niños consume bebidas energéticas supone un serio motivo de preocupación. Estos
pequeños beben una media de dos litros mensuales. Inadmisible, como se
justifica más adelante. Aunque hay algo todavía más inaceptable: de entre estos
niños "consumidores", alrededor del 16% son "altos consumidores
crónicos", ya que su ingesta media mensual asciende nada menos que a 4 litros.
Bebidas energéticas: diez efectos adversos en niños
Los menores de doce años no deberían ni tan siquiera probarlas,
ya que en ellos el riesgo de intoxicación por cafeína es muchísimo más alto
(estas bebidas suelen tener cantidades muy altas de esta sustancia).
De todas
maneras, en niños más mayores este riesgo también existe, así que conviene desaconsejarlas en ellos de forma clara. Pero hay más riesgos.
A continuación se listan los diez principales perjuicios que pueden
ocasionar en los niños, según detallaron tanto un estudio publicado en marzo de 2011 en la revista Pediatrics,
como un editorial aparecido un año antes en la revista oficial de
la Asociación Médica de Canadá:
- Menor sensación de bienestar, trastornos del
estado de ánimo, baja autoestima e incluso depresión.
- Peor rendimiento escolar.
- Mala calidad del sueño.
- Exacerbación del asma.
- Obesidad infantil.
- Aumentos de la tensión arterial.
- Incrementos indeseables de la glucemia
(relacionados con el riesgo de diabetes).
- Interacciones con medicamentos que tome el niño.
- Problemas dentales y óseos.
- Pueden agravar afecciones cardíacas
preexistentes.
Consumo infantil de
bebidas energéticas, ¿de quién es la responsabilidad?
El editorial antes
citado considera que es hora de que las autoridades sanitarias de todo el mundo
"despierten", alerten sobre los riesgos de las bebidas energéticas en
niños y apliquen normas estrictas sobre su publicidad. Los adultos somos muy
vulnerables a la publicidad, y es por ello que no se puede atribuir el alto
consumo de estas bebidas en menores de 10 años a la negligencia paterna. Al
menos no de forma exclusiva. Más vulnerables son, en cualquier caso, los
menores.
Las mal llamadas "bebidas energéticas" son,
además de prescindibles y arriesgadas, superfluas.