La exposición temprana al azúcar aumenta en los niños la apetencia por
lo dulce, así como la preferencia por los alimentos endulzados en exceso.
Los niños aprenden por imitación. Observan y copian conductas. Los estudios
demuestran que los niños imitan el
estilo alimentario de sus progenitores:
si mamá picotea galletas dulces, papá
termina la comida con un chocolate o la abuela siembre comparte algún caramelo,
los niños estarán expuestos de manera habitual a "alimentos-capricho",
a excepciones constantes y querrán hacer lo mismo que los adultos. Y es que los
hijos heredan los caprichos alimentarios de
sus padres.
Caprichos dulces: seis elecciones adultas
que influyen en los niños
La preferencia de las personas por el sabor dulce es
universal; no distingue edades ni culturas. Sin embargo, la ciencia ha
encontrado que existen diferentes grados de preferencia según la edad: los bebés y
los niños pequeños tienen una mayor predilección por el sabor dulce que la que
tienen las personas adultas. Por esta razón, resulta tan importante que
evitemos dar los siguientes malos ejemplos dietéticos. En todos ellos, el niño
no tiene la posibilidad de probar el sabor natural de los alimentos, y decidir,
tras sucesivas pruebas si le gustan más o menos.
Demasiado
chocolate durante el embarazo. Los constantes y exagerados deseos
de un niño de comer chocolate, chucherías o galletas pueden estar determinados
por sus primeras experiencias con los sabores que recibió durante la gestación
y en los primeros meses después de nacer. La investigación sobre el desarrollo
de las preferencias por el sabor dulce sugiere que estas son
innatas y se expresan incluso antes del nacimiento. Entre los factores que
influyen en el desarrollo de las preferencias alimentarias de los niños está la experiencia intrauterina con
los sabores de la dieta materna. Esto significa que abusar de los
chocolates y los dulces durante el embarazo, con la excusa de los
"antojo", no resulta gratuito. Después del nacimiento, las primeras
experiencias de los bebés con los sabores llegan a través de la
leche materna. Tanto esta como el líquido amniótico contienen moléculas
derivadas de la dieta de la madre.
Elegir el yogur
azucarado o edulcorado. "¡Pobre nene, mira que darle el
yogur natural, sin azúcar!" El efecto de las experiencias tempranas de los
niños con el dulce se confirma en
el ensayo realizado por el Monell
Chemical Senses Center de Philadelphia, que constata cómo el nivel
de dulzor preferido en los zumos que se ofrecían a los niños estaba relacionado
con el contenido de azúcar del cereal favorito del niño y de si los
progenitores añaden de manera habitual azúcar a sus alimentos. Permitirle
probar el particular sabor acidulado del yogur natural es, contrario a lo se
pueda pensar, un pequeño gesto de buena educación alimentaria.
La fruta, con
azúcar. Algunos ejemplos de esta mala costumbre que convendría cambiar son
los siguientes: añadir azúcar al zumo de naranja, ofrecerle al niño las fresas
espolvoreadas de azúcar o con nata, y elaborar polos o sorbetes de fruta a los
que se añade azúcar. Estas y otras recetas en las que la fruta es la
protagonista indiscutible, deberían promover su dulzor natural como elemento
diferenciador, sin artificios.
Los cereales
del desayuno siempre azucarados, con miel o chocolateados. La elección de los
alimentos más consumidos por los niños, aquellos de presencia
diaria o casi diaria en su dieta, es clave para modelar y modular su apetito,
así como para educar sus gustos y preferencias hacia los alimentos más sanos y
naturales. ¿Por qué no elaborar un muesli casero según
gustos personales?
Bebidas para
deportistas a niños pequeños. Por mucho deporte que haga un niño,
en la mayoría de las ocasiones no estará justificado que tome bebidas
especiales después de la actividad física para reponer los
líquidos perdidos. El agua es suficiente. Este consejo también sería
extrapolable a muchos padres y madres aficionadas al deporte; a correr, jugar a
padel, ténis, fútbol, baloncesto, andar en bicicleta, o que van al gimnasio.
Las bebidas para deportistas suponen una carga exagerada de azúcares en la
dieta infantil, y además de calorías vacías, maleducan el gusto de los niños al
elevar su umbral del dulzor.
Educación
alimentaria: la asignatura pendiente
La educación
alimentaria de los más pequeños es una tarea de hábitos que a los niños se les
ha de enseñar y han de aprender por repetición, perseverancia, constancia y
convencimiento de los progenitores. El colegio es otro espacio de continuación
y refuerzo de los buenos hábitos dietéticos que se materializan en distintas
iniciativas; desde asignaturas que
explican la base de una "alimentación sana", a propuestas de "almuerzos o
meriendas saludables" u oferta de menús escolares sanos
y equilibrados.
Una buena
educación alimentaria, iniciada desde los primeros meses de vida, tendrá buenos
resultados en la salud posterior de los niños y les permitirá disfrutar del placer de comer,
de una buena mesa.
Una mala educación
alimentaria y una permisividad excesiva con los alimentos menos
sanos (chucherías, refrescos, todo tipo de bollería y dulces, snacks, etc.) aumenta las
probabilidades de obesidad infantil, entre otros males típicos de adultos y
cada vez más frecuentes en la infancia.