Un modelo matemático demuestra la hipótesis de que los
microorganismos producen compuestos de mal sabor para que los animales no
arrebaten su comida.
A todos nos ha pasado alguna vez, en la que hemos tenido que desechar alguna pieza de fruta apenas recién comprada o ya pasado algunos días, por su estado de descomposición.
Algunos científicos piensan que el proceso de que una fruta se pudra, es debido a una estrategia de defensa
que poseen los microorganismos para librarse de nosotros.
La idea, propuesta
hace casi 40 años por el ecólogo Daniel Janzen aún no demostrada del todo, sostiene que las bacterias y
los hongos estropean los alimentos para mantener lejos a los animales de gran
tamaño, como los humanos, e impedir que les arrebaten su sustento.
Los microorganismos no surgen de la nada para estropear los
alimentos, sino que han evolucionado para hacerla poco apetecible para los
grandes animales (por ejemplo, mediante la producción de compuestos de mal
sabor) y poder conservarla para sí mismos.
Las frutas se pudren, las semillas
adquieren moho y la carne se estropea porque esa es la manera que tienen los
microbios para competir con los organismos de mayor tamaño.
El sabor repugnante de una fruta podrida, a su juicio, era un
efecto fortuito de su descomposición por los microbios.
Casi cualquier microbio podía llegar a
cualquier parte, comenta David Wilkinson, uno de los autores de esta nueva investigación, de la Universidad John
Moores de Liverpool.
Cualquier fruta
podrida puede ser colonizada por todos los tipos de microorganismos posibles.
En
esas condiciones, los microbios que hubieran evolucionado para estropear la
comida siempre presentarían una desventaja con respecto a otros que se
aprovecharían de los beneficios sin tener que invertir ningún esfuerzo ellos
mismos, que acabarían entonces imponiéndose.
El
nuevo modelo difiere en que los microorganismos no avanzan tan fácilmente y
predice que incluso en el caso extremo de que la pudrición conlleve un elevado
coste, los microbios siguen manteniéndose y resultando viables.
Si el microorganismo que pudre
la comida llega primero al manjar, puede mantener a todos los demás
acorralados. Por tanto, siempre y cuando haya suficiente alimento, prosperará.
Wilkinson
advierte que todavía se necesita demostrar con experimentos los supuestos del
nuevo modelo. Sugiere que los biólogos deben tratar de averiguar qué
microorganismos llegan a una fruta o un animal muerto a lo largo del tiempo.