La ciencia por fin ha certificado la afirmación del riesgo
cardiovascular que conlleva abusar de las carnes rojas. Y resulta que el
problema no reside al menos directamente en la propia carne, sino que son los
metabolitos que producen las bacterias de nuestro intestino a la hora de digerir esa carne roja los
que son malos para nuestra salud.
Básicamente, las bacterias que residen en nuestro intestino y
que tanto bien nos hacen, por cierto convierten la L-carnitina, un
nutriente abundante en la carne roja, en un compuesto llamado trimetilamina, el
cual posteriormente sufre una modificación transformándose en
N-oxido-trimetilamina (TMAO), el cual afecta a nuestras arterias provocando
arterioesclerosis.
Además de este metabolito, existe otro que aún es producido en
mucha mayor cantidad: el gamma-butirobetaina. Este metabolito es generado por
las bacterias de nuestro intestino a partir también de la L-carnitina.
La
peculiaridad de la gamma-butirobetaina es que es producida mil veces en más
cantidad que
la trimetilamina, y finalmente, también acaba transformándose en TMAO, y siendo
un factor de riesgo para la arterioesclerosis.
Las bacterias que producen ambos metabolitos son diferentes, por
lo que los futuros tratamientos que intenten prevenir la arterioesclerosis
tendrán que inhibir el metabolismo de estos dos grupos de bacterias, o también promover el crecimiento de
otros tipos de bacterias intestinales en detrimento de estas dos mediante el
uso de probióticos.