Las personas nacidas antes de 1942 parecen
inmunes al "gen de la gordura", mientras sus efectos se doblan en
generaciones posteriores.
Mientras las sociedades occidentales se hacen cada vez más obesas, cabe preguntarse si cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿Antiguamente la gente era más delgada? ¿Tienen nuestros abuelos o padres el mismo riesgo que nosotros de ser gordos?
Gracias al seguimiento médico de miles
de personas durante casi 40 años, un equipo de EE UU ha determinado que hay un
tercer factor esencial en la obesidad: el año de nacimiento.
El trabajo intenta explicar el espectacular aumento de la obesidad en las últimas décadas y se centra en el gen FTO, el mayor factor de riesgo genético conocido a la hora de ganar peso.
Hasta ahora, varios estudios habían demostrado que una variante de
este gen le da al portador unos tres kilos más de media y un mayor riesgo de
acabar siendo obeso.
Pero el nuevo estudio muestra que esto solo es verdad en
las personas nacidas antes de 1942, ya que parecen inmunes a los efectos
genéticos de la obesidad a pesar de tener el gen de la gordura.
Los investigadores apuntan al cambio radical que supuso el final de la II Guerra Mundial. “Sabemos que el ambiente juega un papel enorme en la expresión de los genes y factores ambientales globales como el cambio en los productos alimentarios y el volumen de actividad en el trabajo influyen en las variantes genéticas”.
El factor
genético se duplica
Este trabajo se basa en el seguimiento de más de 5.000 personas de entre 27 y 63 años durante un periodo entre 1971 hasta 2008. Los datos son parte del estudio Framingham, que arrancó en 1948 para estudiar la salud cardiovascular de miles de personas.
El trabajo muestra que la asociación entre el gen de la gordura y un mayor
índice de masa corporal era inexistente entre las personas que habían nacido
antes de 1942. Sin embargo, en las generaciones posteriores esa correlación
entre genética y obesidad no solo ha aumentado de forma progresiva, sino que
resulta ser el doble de intensa de lo que mostraban estudios anteriores.
Cada vez hay más pruebas de que factores externos como la dieta o el ejercicio pueden modelar la actividad genética.
Los ejemplos paradigmáticos son gemelos
que, teniendo exactamente el mismo genoma, son muy diferentes, pudiendo ser uno
obeso o diabético y el otro no.
El mecanismo que lo explica se conoce como
epigenética, cambios químicos que activan o desactivan los genes como un
pianista pulsa unas teclas del piano y otras no y que pueden contribuir a
provocar enfermedades como el cáncer.
El consumo de grasas saturadas es determinante para que esta variante genética
empiece a hacer efecto, dice, pero también hay otros factores.
"En
población general de Valencia hemos visto que el nivel de estudios contrarresta
el efecto del alelo A, de manera que los portadores del alelo de riesgo de
obesidad solo tienen mayor índice de masa corporal que los demás cuando su
nivel de estudios no es universitario".
Ese efecto solo se observa en las generaciones jóvenes y no en
personas nacidas durante y después de la Guerra Civil. "Pensamos que quizá
si pasaron hambre de pequeños se alteraba la regulación de FTO.