Una
persona puede llegar a comer hasta 70.000 kilos de alimento a lo largo de su
vida. La diferencia entre una dieta sana y otra repleta de comida basura
marcará algunas diferencias visibles, como el perímetro de su cintura, y otras
menos que, sin embargo, determinarán su calidad de vida. «La gente no es
consciente porque sus efectos son difíciles de medir, pero comer mal empeora la
memoria, el razonamiento e incluso la capacidad para decidir», afirma Antonio
Escribano, el médico especialista en endocrinología y nutrición que acaba de
publicar Dieta para el cerebro(Espasa).
«No le damos
demasiada importancia al cerebro, pero si no está engrasado no funciona como
debe. La gente piensa que es que son así, que ya no razonan como antes, que es
normal que estén cansados o que no tengan un lenguaje fluido… pero es culpa de
la alimentación y se puede evitar», afirma Escribano.
La buena noticia, según este médico,
es que el problema se puede revertir: «Por supuesto que se puede recuperar, el
cuerpo es como un coche, si recibe lo que necesita funcionará mejor, se
espabilará».
La alimentación «es bioquímica, no
filosofía»
Más allá de las tendencias
– Escribano opina «del realfood lo
mismo que del realwater, que son
los alimentos de toda la vida»-, Escribano afirma que «la alimentación no es
filosofía, es bioquímica. El organismo necesita los alimentos para funcionar y
el cerebro los utiliza para desarrollar su estructura y mantener su
funcionamiento. Si no los recibe, no funcionará bien».
Por ello, el
experto critica también «la moda de la alimentación selectiva. Elegir no tomar
carne o leche… cuando muchos de los nutrientes que aportan son fundamentales.
Por ejemplo, la leche es la fuente principal de triptófanos, esenciales para
producir serotonina, que se evitan pero luego son el principal componente del
prozac [un antidepresivo], que es precisamente un inhibidor selectivos de la
recaptación de serotonina».
Y es que no solamente la
alimentación influye en la memoria, el razonamiento o la capacidad de decidir,
explica el autor de Dieta para el cerebro,
sino también «en el estado de ánimo y la conducta». «La gente se asombra cuando
se entera en qué influye la alimentación, por ejemplo en la relajación o la
agresividad», añade.
Qué alimentos tomar para alimentar
bien al cerebro
Tal como refleja en su
libro Escribano, muchas moléculas y sustancias favorecen el funcionamiento del
cerebro y están presentes en muchos alimentos. Estos son los principales y lo
importante es tomarlos dentro de una dieta equilibrada:
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Pescados
azules: salmón, caballa, atún…
·
Mariscos:
gambas, langostinos, almejas…
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Carnes:
rojas y blancas
·
Verduras:
brócoli, tomates, zanahorias, apio, remolacha, espinacas, ajo, guisantes,
pimiento rojo, acelgas, espárragos…
·
Frutas:
manzana, plátano, aguacate, uvas, kiwi, piña…
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Frutos
rojos: arándanos, moras, frambuesas, cerezas, fresas…
·
Frutos
secos: nueces, almendras, avellanas, anacardos…
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Frutas
desecadas: uvas pasas, orejones, ciruelas secas, dátiles…
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Cereales
integrales: avena, germen de trigo…
·
Lácteos:
leche y yogur.
·
Semillas:
de calabaza, girasol, soja, chía…
·
Legumbres:
garbanzos, judías, lentejas, quinoa, alubias rojas…
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Chocolate
negrro, café, cúrcuma
·
Huevos
·
Aceite
de oliva
·
Agua
Alimentos y otros enemigos de
nuestro cerebro
El principal enemigo
alimenticio del cerebro es, según Escribano, «el azúcar. El cerebro no puede
vivir sin glucosa (azúcar) pero si tiene demasiado tampoco. Hace 100 años cada
persona tomaba unos 10 o 12 kilos de azúcar al año. Hoy son cinco veces más. Y
no es el azúcar del sobre, es el de los alimentos procesados, las harinas…». El
azúcar es, junto a las grasas trans, los principales alimentos a evitar para
mantener sano el cerebro».
«Y, por supuesto, el
alcohol y el tabaco. Antes se decía lo de una copita de vino, pero desde hace
tiempo sabemos que ninguna cantidad es buena para la salud. Desde la primera
gota y desde el primer cigarro», explica el doctor en Medicina, «una persona
que ha bebido mucho en su juventud, con los años tendrá menos capacidad
intelectual de la que hubiese tenido sin beber. El problema es que medirlo es
imposible, pero el problema existe».
Mejor, sin complementos
alimenticios
El médico no es partidario
de los complementos alimenticios, «a no ser que exista un déficit pero aún así
la primera opción es mejorar la alimentación, que además funciona en la gran
mayoría de los casos».
Y es que, como algunos estudios
han apoyado, «el organismo entiende bien los nutrientes cuando
vienen en los alimentos. Cuando se toman en complementos no se absorben igual»,
explica Escribano.
En definitiva, Escribano –
que también incluye en el libro algunas recetas concretas – apuesta por una
alimentación «equilibrada como una partitura de música, cada elemento en su
dosis adecuada y con mesura. Hay que comer de todo, pero poco», concluye.
Fuente: El Independiente